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Atrapada en la deuda del FMI, Argentina se alia con Rusia y China y se une a la Franja y la Ruta

Argentina está atrapada con $44 mil millones de deuda odiosa del FMI, controlado por EEUU. Buscando alternativas a la hegemonía estadounidense, el presidente Alberto Fernández viajó a Rusia y China, formando una alianza con las potencias euroasiáticas, incorporándose a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Argentina China Russia belt road initiative

(You can read this article in English here.)


Estados Unidos interviene constantemente en los asuntos internos de América Latina, organizando golpes de estado, desestabilizando gobiernos independientes, endeudando a las naciones e imponiendo sanciones. Washington ve la región como propiedad propia, y el presidente Joe Biden se refirió a ella este enero como su “patio delantero”.

En busca de alternativas a la hegemonía estadounidense, los gobiernos progresistas de América Latina han mirado cada vez más al otro lado del océano para formar alianzas con China y Rusia.

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, hizo exactamente eso este febrero, realizando viajes históricos a Beijing y Moscú para reunirse con sus homólogos Xi Jinping y Vladimir Putin.

Fernández firmó una serie de acuerdos estratégicos, incorporando oficialmente a Argentina a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de Beijing, al tiempo que ampliaba sus alianzas económicas con las potencias euroasiáticas y decía a Moscú que Argentina “debe ser la puerta de entrada” a América Latina.

China le ofreció $23.700 millones de dólares en financiamiento para proyectos de infraestructura e inversiones en la economía argentina.

En las reuniones, Fernández también pidió que Argentina se sume al sistema BRICS, junto a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Según los informes, Xi y Putin estuvieron de acuerdo.

“Argentina tiene que dejar de tener esa dependencia tan grande que tiene con el FMI y los Estados Unidos, y tiene que abrirse camino hacia otros lados”, Fernández dijo.

Los comentarios y las reuniones del presidente argentino con Putin y Xi molestaron al gobierno de EEUU.

Argentina está atrapada en una deuda odiosa con el FMI, controlado por EEUU

Argentina es una gran potencia latinoamericana, con importantes recursos naturales y la tercera economía más grande de la región (después de Brasil y México, que tienen poblaciones significativamente más grandes).

Pero el desarrollo de Argentina a menudo ha sido lastrado por trampas de la deuda impuestas desde el exterior, lo que ha creado frecuentes crisis económicas, ciclos inflacionarios y devaluaciones de la moneda.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), un brazo económico de Estados Unidos, sobre el cual solo Washington tiene poder de veto, tiene un control significativo sobre Argentina, habiendo atrapado a la nación en enormes sumas de deuda odiosa.

En 2018, el presidente derechista de Argentina, Mauricio Macri, solicitó el préstamo más grande en la historia del FMI: un asombroso rescate de $57.100 millones de dólares.

Macri era infame por su corrupción, y esto no era un secreto. Al aceptar dar una suma tan enorme de dinero al gobierno de Macri, plagado de escándalos, el FMI sabía que estaba atrapando a Argentina en una deuda que no podría pagar. Pero esta no fue la primera vez que el instrumento financiero dominado por Estados Unidos había atrapado a Argentina en una deuda odiosa.

En diciembre de 2021, el FMI publicó un informe interno en el que admitió que el rescate de 2018 fracasó por completo en estabilizar la economía argentina.

Pero cuando el presidente de centroizquierda de Argentina, Alberto Fernández, asumió el cargo en diciembre de 2019, su país estaba atrapado en una deuda de $44.5 mil millones de este programa que el propio FMI admitió que fue un fracaso total. ($44,500 millones del préstamo de los $57,100 millones ya se habían desembolsado, y Fernández canceló el resto.)

El gobierno argentino ha intentado renegociar la deuda, pero el FMI ha impuesto condiciones que restringen severamente la soberanía de la nación – como nombrar a un economista británico que “será virtualmente el nuevo ministro de economía“, actuando como una especie de “cogobierno”, advirtió la destacada diplomática Alicia Castro.

Buscando formas de evitar estas trampas de la deuda de EEUU, Fernández decidió en febrero volverse hacia las dos superpotencias emergentes de Eurasia.

Presidente Fernández viaja a Rusia para reunirse con Putin

El 3 de febrero, el presidente Alberto Fernández viajó a Rusia para reunirse con el presidente Vladimir Putin.

“Yo estoy empecinado en que la Argentina tiene que dejar de tener esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo y con Estados Unidos. Tiene que abrirse camino a otros lados y me parece que ahí Rusia tiene un lugar muy importante”, dijo el mandatario.

Fernández agregó, “Tendríamos que ver la manera de que Argentina se convierta en una puerta de entrada para que Rusia ingrese a América Latina”.

El mandatario argentino le dijo a Putin, “Yo quiero que usted tenga la certeza de que veo una gran oportunidad para que podamos avanzar. Y quiero que sepa que tiene en mí un amigo que quiere ver de qué modo podemos avanzar juntos”.

Los dos líderes hablaron de la inversión rusa en la economía argentina, el comercio, la construcción de ferrocarriles y la tecnología energética.

Fernández también agradeció a Moscú por colaborar con su país en la producción de su vacuna Sputnik V contra la covid-19. Argentina fue el primer país del hemisferio occidental en hacerlo.

El presidente argentino incluso señaló en su reunión que ha recibido tres dosis de la vacuna Sputnik V. Putin agregó: “Yo también”.

Putin dijo que los dos países están de acuerdo en muchos temas y calificó a Argentina como “uno de los socios claves de Rusia en América Latina”.

Presidente Fernández viaja a China para reunirse con Xi

Apenas tres días después de reunirse con Putin, el presidente Alberto Fernández viajó a China el 6 de febrero para reunirse con el presidente Xi Jinping.

En este viaje histórico, Argentina se unió oficialmente a la Iniciativa Belt and Road de Beijing, un programa de infraestructura global masivo.

Fernández y otros altos funcionarios argentinos firmaron acuerdos por $23.700 millones de dólares en financiamiento chino, incluyendo inversiones y proyectos de infraestructura.

El financiamiento se desembolsará en dos partes: una, que ya está aprobada, proporcionará a Argentina $14 mil millones para 10 proyectos de infraestructura; el segundo, por $9.700 millones, financiará la integración de la nación sudamericana a la Franja y la Ruta.

Hay tres proyectos chino-argentinos que encabezaban la lista de Fernández: la creación de redes 5G, el desarrollo de la industria argentina del litio y la construcción de la planta de energía nuclear Atucha III.

Fernández también habló de la producción argentina de la vacuna de Sinopharm contra la covid-19, además de la Sputnik V de Rusia.

Argentina y China firmaron un memorándum de entendimiento integral, que incluye 13 documentos de cooperación en áreas como energía verde, tecnología, educación, agricultura, comunicación y energía nuclear.

Fernández y Xi hablaron de maneras para “profundizar las relaciones de cooperación política, comercial, económica, científica y cultural entre ambos países”, según una declaración del gobierno argentino tras la reunión.

Aparentemente, los dos líderes se llevaron muy bien, y Fernández le dijo a Xi, “Si usted fuera argentino, sería peronista“.

La incorporación de Argentina a la Franja y la Ruta se produce pocas semanas después de que Nicaragua se uniera a la iniciativa en enero, y Cuba en diciembre.

Los crecientes vínculos de América Latina con China y Rusia muestran cómo el sistema internacional cada vez más multipolar ofrece a los países del Sur Global nuevos aliados que pueden servir como baluartes y alternativas a la hegemonía de Washington.

Mientras los líderes derechistas de América Latina siguen mirando al norte a Estados Unidos como su brújula política, los gobiernos progresistas cruzan el océano hacia las potencias euroasiáticas de China, Rusia e Irán, construyendo nuevas alianzas internacionales que debilitan el control geopolítico de Washington sobre una región que el presidente de EEUU aún insiste es su “patio delantero”.

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